En un sector acogedor de la ciudad de Bogotá, María Estela Córdoba de González ha convertido su hogar en un espacio mágico donde los pesebres son los protagonistas absolutos de la Navidad. Con más de 300 cuidadosamente distribuidos, cada rincón de su residencia refleja su profunda devoción por esta tradición.
Para María Estela, el pesebre representa mucho más que una simple decoración. Es un puente hacia su niñez, cuando acompañaba a su padre a recoger musgo para armarlo en familia, y también un símbolo del amor compartido con su esposo Jorge Enrique y sus hijos, Santiago y Sebastián González Córdoba. “El pesebre es una reunión familiar, un lugar donde hay amor y unión”, asegura.
Un tesoro que creció sin darse cuenta
La colección comenzó con un pesebre sencillo que decoró la chimenea de su hogar, pero con el tiempo se fue transformando en un “patrimonio navideño”. Hoy, su colección incluye piezas de diversas ferias y algunas hechas a mano por ella y su familia. Uno de sus favoritos es el “Taller de San José”, una pieza especial creada por su esposo y su hermana, y que ocupa un lugar privilegiado en su comedor.
El pesebre como legado y tradición
María Estela no solo arma los pesebres con dedicación, sino que también busca transmitir su amor por esta tradición a las nuevas generaciones. Para ello, involucra a sus nietos en la creación de algunas piezas y les enseña el valor de preservar estas costumbres. “Es importante sembrar la semilla y ver cómo los jóvenes empiezan a apreciarlo”, comenta con orgullo.
Un mensaje de vida y esperanza
A lo largo de los años, María Estela ha visto cómo los pesebres han perdido relevancia frente al árbol de Navidad, pero ella se mantiene firme en su misión de mantener viva esta tradición. “Un pesebre trae paz, unión y nos recuerda lo esencial de la Navidad: el nacimiento del Niño Jesús”, dice.
Para quienes visitan su hogar, el impacto es inmediato. Las expresiones de asombro y tranquilidad son frecuentes entre familiares y amigos. María Estela incluso ha compartido su colección en espacios como el Museo del Chicó, donde exhibió siete de sus pesebres más representativos.
Con una emotiva reflexión, María Estela concluye: “Seguir estas tradiciones me permite estar viva. Mientras pueda, cada año armaré mis pesebres, porque es un impulso de vida”.
Una recomendación para La Guajira y más allá
Desde su experiencia personal, María Estela invita a las familias guajiras a rescatar y celebrar esta tradición: “El pesebre no solo decora, sino que une y nos da paz. Mantenerlo vivo es una forma de honrar nuestras raíces y transmitir amor en Navidad”.
Con su dedicación y creatividad, María Estela Córdoba no solo ha construido una colección impresionante, sino que también ha dejado un legado que inspira a preservar las tradiciones y celebrar la riqueza cultural.