Un corazón sembrado en La Guajira que late por ayudar
En el Día del Trabajador, celebramos no solo a quienes cumplen una jornada laboral, sino a quienes hacen del trabajo un acto de amor. Este es el caso de Alex Mauricio Martínez Anaya, un hombre de 49 años, oriundo de Montería, pero con el corazón sembrado en La Guajira, donde lleva más de una década salvando vidas como paramédico.

De socorrista a paramédico
Su historia comienza desde joven, cuando se vinculó como socorrista a la Defensa Civil, donde prestó servicio voluntario por 33 años. En el 2010 asumió profesionalmente el rol de paramédico, y desde entonces ha dedicado su vida a asistir emergencias en las calles de Riohacha, sin importar la hora, el riesgo o el reconocimiento.
El amor como motor
Alex no ve su labor como un simple empleo. Su motivación, dice, nace del amor por la gente y la necesidad de aliviar el dolor ajeno. “Lo que me motivó fue el amor por la comunidad, ayudar al que lo necesita sin esperar nada a cambio. Soy empático, me duele el otro”, expresa con humildad.
Vocación, no solo profesión
Alex es parte del personal de la ambulancia de Clinivida, donde su presencia es sinónimo de profesionalismo, empatía y entrega. Un día típico para él puede incluir desde atender caídas de árboles, choques de motos, personas heridas en vía pública, hasta situaciones de alta complejidad. Pero lo que realmente impacta es su forma de mirar la vida: “Soy empático. Me duele el otro, Pero lo que más me conmueve es ver cómo, luego de salvar una vida, esa persona me sonríe o me reconoce en la calle”.
Cuando el miedo no fue más fuerte que el deber

Uno de los episodios que marcó su vida fue durante la pandemia del Covid-19. Mientras muchos se alejaban por temor al contagio, Alex decidió quedarse.
Durante esos años vivió uno de los episodios más difíciles de su carrera. Mientras muchos se alejaban por miedo al contagio, él se mantuvo firme, atendiendo pacientes contagiados con la convicción de que alguien debía hacerlo. “Sí, tenía miedo por mi familia, pero pensaba en la persona acostada, esperando ayuda. Dios me dio fuerzas para no abandonarlos”.
Cuando el ingenio salva vidas
Entre las tantas emergencias que ha atendido, hay una que quedó grabada en su memoria: una docente de 180 kg sufrió una caída en su casa y no podía ser evacuada por la escalera tipo caracol.
“No llegaban los bomberos, y la familia estaba desesperada. Entonces subimos al techo del carro, pusimos una tabla, la aseguramos con cuerdas y, con ayuda de la comunidad, la bajamos desde el tercer piso. Siento que esa mujer no habría salido viva de ahí si no actuábamos así”, recuerda.

Enseñar también salva
Alex no solo actúa en emergencias. También forma a los futuros paramédicos en instituciones de formación técnica de Riohacha. Allí transmite no solo técnicas, sino valores: responsabilidad, compasión y sentido de pertenencia. “Les digo a los jóvenes que si van a hacer esto, que lo hagan de corazón. El dinero es necesario, sí, pero el amor por la comunidad y el deseo de ayudar valen mucho más”, aconseja.
Un trabajador que valora la vida… desde la muerte
Ver tan de cerca el sufrimiento y la muerte le ha dejado una gran lección: “He aprendido a disfrutar a mi familia, a mis amigos, a no dejar pasar el tiempo. Hoy sé que cada momento cuenta, porque no sabemos si mañana podremos regresar a casa y darle ese abrazo a la esposa y a mis hijos”, confiesa.
El héroe silencioso de Riohacha

Para muchos en Riohacha, Alex Mauricio Martínez Anaya es un héroe anónimo. Pero para quienes lo conocen, es mucho más: es un hombre que entiende que trabajar es servir, y que salvar una vida es también salvar un hogar, un sueño, una historia.
Este Día del Trabajador, se honra su compromiso, su entrega y su ejemplo. Porque Alex no solo presta un servicio: ofrece esperanza con cada sirena que suena, con cada vida que toca y con cada corazón que ayuda a seguir latiendo.