Octavio Carrillo con 63 años, debutó en la Liga de baloncesto profesional colombiana, convirtiéndose en el jugador más longevo en disputar un partido de liga profesional. Lo hizo jugando un minuto y 46 segundos en el partido entre Cóndores de Cundinamarca y Titanes de Barranquilla, en el coliseo El Salitre, de Bogotá.
Carrillo, es juez en los despachos de Paloquemao en Bogotá, profesor de derecho y también alero en el equipo profesional de baloncesto Cóndores de Cundinamarca; los únicos fallos que busca tener don Octavio son los judiciales en su labor, porque fallar un lanzamiento en un partido podría sentenciar la derrota para su equipo.
Es un triplero dentro y fuera de la cancha. Las cestas de tres puntos son su principal fortaleza. “Esto es de muchos años. Estudiaba y alternaba con el baloncesto. Es un equilibrio entre la administración de justicia y el deporte”, cuenta Carrillo.
La justicia que imparte le llegó a la vida en el deporte que ama y al que le ha dedicado horas de entrenamiento y disciplina después de los 60, “No pude debutar antes porque el deporte aquí no da para sostenerse. Mis papás me dijeron: el deporte o el estudio y me tocó profesionalizarme, trabajar con un abogado y de a poco escalar para el sostenimiento de mi familia”, dice don Octavio.
Su inclusión en el último cuarto de ese partido causó más polémica que admiración. Sin embargo, tiene cuero y carácter para enfrentar las críticas después de llevar casos como los de los hermanos Rodríguez Orejuela, de paramilitares o de políticos poderosos, por lo que rechazar su gesta deportiva es un rival menor.
Dice que por amenazas en su profesión le ha tocado salir del país,” Así que las críticas e irrespeto por mi debut lo tomé con altura. En mi labor de juez debo salvaguardar los derechos fundamentales: el respeto y la inclusión son algunos de ellos”.
En su despacho en Paloquemao lo reconocen como el abogado de la Universidad Libre, magíster y especialista en varias ramas del derecho. En el equipo le dicen simplemente “Doc”.
Con la vehemencia con la que toma decisiones sancionatorias, les responde a aquellos que aseguran que les quita oportunidad a los jóvenes y que es una irresponsabilidad que juegue. “No quiero que lo vean así, sino como un ejemplo para que se den cuenta de que si yo puedo, ellos también”.
No ha sufrido lesiones, no le duelen las rodillas, la cadera, ni le preocupa un patatús. Su mejor medicina es el baloncesto. “Es mi vida. Me siento con la fuerza necesaria para seguir en esto”. Luce el número 7 y quiere sobresalir en la liga de baloncesto no solo por sus canas, su bigote o su baja estatura. Se la juega solo en las mañanas y en equipo en las noches. Octavio Carrillo es el juez de la pelota naranja.