Se trata del lorito de Fuertes, una especie de ave endémica y escasa que viven en los bosques alto andinos colombianos. Pasó de considerarse extinta a estar en peligro crítico.
La Fundación Vida Silvestre trabaja hace aproximadamente siete años en su conservación, en la finca Cortaderal, en Santa Rosa de Cabal (Risaralda). Un grupo de amigos pajareros vio al lorito de Fuertes por primera vez después de mucho tiempo, el suficiente para que la especie se creyera extinta.
Una de las características de esta especie es un “Sombrerito” de plumas azules que parecen llevar en la cabeza. Y también por su tipo de canto, un grito intermitente, medio pueril, que atrajo la atención de Juan Carlos Noreña, hoy director de la Fundación Vida Silvestre, quien ya lo había visto un año atrás, cuando un amigo suyo realizó una fotografía que evidenció la presencia del ave en el departamento de Risaralda.
Noreña de profesión biólogo marino, con estudios en biología molecular, pero se ha dedicado a la observación y conservación de aves. Lo hace sembrando sentido de pertenencia hacia las especies en la cultura ciudadana de la población risaraldense, tierra que desea se convierta un modelo de conservación de la biodiversidad para el mundo. En Pereira, por ejemplo, logró impulsar la aparición de varias especies de aves insignias del departamento en las góndolas del megacable.
Desde 2019, el lorito de Fuertes es el ave emblemática del municipio de Santa Rosa de Cabal, una de las cuatro zonas de los andes centrales donde tiene presencia. Dada su escasez poblacional, se tiene muy poca información sobre sus hábitos alimenticios y su rango de distribución tan pequeño.
Eso sí, los cuatro años de investigación que la Fundación Vida Silvestre ha dedicado a esta especie ya han dado frutos. Ahora se sabe qué tipo de plantas come y en cuáles zonas también tiene presencia, además de Santa Rosa de Cabal, como en Anaime y Toche (Tolima), y Génova (Quindío).
La Fundación Vida Silvestre, gracias a sus trabajos logró descifrar, con ayuda de botánicos, los tres tipos de plantas que hacen parte de la dieta de esta ave: bejuco colorado, arrayán y muérdago, una planta semiparasitaria hospedada en 13 especies de árboles presentes en la finca Cortaderal.
Es por eso que la deforestación es una de las prácticas que más afecta a la especie: sin árboles no tienen comida, ni tampoco donde hacer sus nidos. De hecho, como en Santa Rosa el problema de la tala de árboles es tan notable, Juan Carlos creó un vivero en una finca de su propiedad, donde cultiva las plantas que come el lorito para luego sembrarlas en el terreno.
Risaralda alberga alrededor de 900 especies de aves de las 1.954 que posee Colombia. Desde 2018, Juan Carlos optó por impulsar la instalación de unas placas en las calles para que la ciudadanía tenga acceso a información científica sobre el ave; que recuerde su presencia en el territorio. La idea, cuenta Noreña, es declarar un ave emblemática en cada uno de los 14 municipios; lograr que toda La Perla de Otún sea un departamento que suene a conservación y biodiversidad.