Al norte de Colombia está el Cabo de la Vela, en La Guajira, un lugar donde el desierto y el mar se combinan para hacer un paisaje único, habitado por una comunidad milenaria que, a pesar de estar olvidada por el Estado, lucha por mantener vivas sus raíces y preservar la memoria de su pueblo.
Ese el caso de Ediana Montiel, una líder de la comunidad wayuu que inicio el proyecto en el año 2018, donde recorría algunos colegios de la región llevándole a los niños talleres de formación en medios de comunicación con el propósito de fomentar en ellos el liderazgo y, desde allí, contribuir al pueblo wayuu a través de sus historias.
Wayuuando films nació en la enramada llamada Tojoro, donde se realizaron las primeras actividades, siete niños se acercaron con sillas y cuadernos prestados a recibir clases. Luego, Ediana Montiel, líder de la corporación, decidió trasladar las jornadas a una institución educativa en la que se inscribieron otro par de niños hasta completar un grupo de quince.
Es una organización sin ánimo de lucro que busca empoderar a niños, niñas y jóvenes indígenas Wayuu incentivándolos a que narren a través de la comunicación audiovisual desde el territorio, la cultura y sus emociones. Este proyecto comunitario inició cuando su líder Ediana quien es una joven activista, hacía voluntariado en una escuela en Uribía, la capital indígena colombiana, y una niña hizo un reportaje con un mensaje poderoso sobre el alcoholismo en la comunidad. “Una imagen vale más que mil palabras” afirma Ediana, quien a partir de ese momento empezó a trabajar de la mano de la infancia wayuu generando guiones a partir de sus temas de interés.
Compartir este espacio con los niños ha sido una experiencia que le ha exigido mucho a Ediana. Siempre está buscando la manera de hacer todo más práctico para ellos. Simplificó el formato de guion, no hablan de nombres técnicos en medio de las grabaciones, pues ella considera que sus niños no son técnicos y tampoco busca formar cineastas, su gran objetivo es formar líderes y personas críticas que tengan la habilidad de manifestarse por medio de lo audiovisual.
Sus clases también son una reivindicación de las costumbres del pueblo Wayuu, pues todo el tiempo les está recalcando a los niños que no se enfoquen en las historias de Hollywood, que los verdaderos protagonistas están a su alrededor: la mamá, las mujeres tejedoras, los pescadores, los mitos y leyendas de su comunidad. Uno de sus mayores sueños fue construir la Casa Morada, un espacio pensado para educar a la comunidad en temas de género y servir como biblioteca comunitaria.
Iniciativas como esta son inspiradoras y nos demuestran que no importa el lugar ni las herramientas cuando se trata de incentivar a los niños a crear y a apropiarse de las situaciones que ocurren a su alrededor.