Como cada celebración de nuestro país está enmarcada de una historia, la del Día Nacional del Campesino, no es diferente; y este 2 de junio se celebró en Colombia la tradición, la cultura y el trabajo constante. Sin embargo, es también una ocasión para conocer la tradición de los campesinos y de cómo esta ha permeado como parte fundamental de nuestra historia como nación.
En general, de la historia del siglo XX, que tuvo como uno de sus rasgos más significativos las migraciones campo-ciudad, podemos comprender que de aquí inició buena parte del origen del conflicto armado interno colombiano.
Los campesinos y campesinas hablan de todos nosotros y de nuestra memoria histórica. En estas tradiciones podemos reconocer la diversidad cultural de nuestro país, puesto que en las áreas rurales también convergen la población indígena, los y las afrodescendientes, y todas las otras poblaciones que conforman nuestro país, en términos generales. En este sentido, esta celebración es también una conmemoración de nuestra diversidad y nuestra multiculturalidad.
La historia de las y los campesinos en Colombia y en el mundo ha estado ligada a la producción agrícola, la cual ha determinado a su vez la ubicación geográfica de las familias campesinas y su lugar en la economía nacional.
Colombia es un país que se ha caracterizado por las bonanzas económicas ligadas a la extracción de algunos productos mineros, energéticos o agrícolas. Estas bonanzas han determinado en cierta forma el destino de la población campesina y ha sido determinante en la configuración de la situación rural de nuestro territorio.
Desde la producción de quina, algodón, tabaco y caucho; pasando por las grandes plantaciones de plátano de finales del siglo XIX y parte del siglo XX hasta llegar a la bonanza cafetera del siglo XX y los actuales proyectos de producción de palma africana, Colombia ha organizado buena parte de su territorio y su población alrededor de estas bonanzas agrícolas.
La historia de estas bonanzas también ha estado marcada por el conflicto armado interno, siendo uno de los eventos más representativos de la historia de la violencia de nuestro país la llamada Masacre de las Bananeras (1928). Otro fenómeno que afectó radicalmente a la población campesina: el desplazamiento forzado, afectando de manera determinante las zonas rurales del país, forzando masivamente la movilidad de la población rural hacia las ciudades y cabeceras municipales, alterando nuevamente el mapa social económico y cultural de la población campesina en nuestro país.
En este sentido, la población campesina colombiana ha desarrollado su cultura y su identidad como población en un contexto marcado por la violencia rural y la inequidad de oportunidades con respecto a la población urbana. Sin embargo, esa cultura campesina ha logrado marcar su identidad de manera positiva y resilientes, sin dejar de lado su memoria histórica.